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Autor: José Manuel Pérez Álvarez
La leyenda sobre el hallazgo de la imagen está narrada por primera vez en un escrito del fraile Fernando de San José, residente del convento, en el año 1673. Esta leyenda dice así: «El 15 de agosto, alrededor del año 1484, mientras paseaban los frailes por las orillas de El Terrón, una embarcación tripulada por tres marineros se paró junto a los frailes. Estos bajaron de la embarcación junto con una caja de madera y le rogaron a los frailes que la custodiasen en el convento hasta el momento en que pudiesen volver a por ella. Aceptaron tal tarea, y durante unos años estuvo guardada bajo la protección del cenobio; hasta que un día un fraile de la Orden Tercera de San Francisco pidió abrir la caja en presencia de todos los hermanos. Tras ser favorablemente resuelta su petición, se abrió la caja y apareció la Sagrada Imagen, y en ese instante todos exclamaron a la vez: ¡Oh, que Bella!¡Es como la del cielo! Tras este acto, decidieron colocarla en el retablo mayor de su iglesia. Al ser extendida la noticia por toda la comarca, los fieles acudían ante la imagen para contemplarla y, a su vez, daban limosna para la construcción del convento, que en aquel momento las obras estaban paralizadas. Desde aquel suceso le quedó consagrado el título de Nstra. Sra. de la Bella...»
La imagen permaneció en el convento hasta el año 1835, año en que fue trasladada a la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán en Lepe. Las crónicas nos lo cuenta así: «En el año 1835, Mendizábal decreta mediante Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia del 25 de julio, la exclaustración de algunos conventos. Entrando en ellos el Convento de Nuestra Señora de la Bella, decidieron los superiores trasladarse al cercano Monasterio de La Rábida llevándose consigo la imagen con sus enseres. El 7 de agosto llegó un barco a orillas de El Terrón para tal acometido. Al enterarse de este hecho el Hermano José, limosnero del convento y muy conocido en Lepe por esto, decidió avisar a los vecinos de dicha localidad en plena madrugada, llamando de puerta en puerta para contarles lo que iba a suceder. Todos ellos emocionados, siguieron al fraile hasta el convento. el fraile les abrió la puerta de la capilla y gritó: ¡Viva la Virgen de la Bella!. Las personas que fueron, cogieron la imagen con sus manos y se la llevaron corriendo y casi en volandas, por temor a que les siguieron. Llegando al alba hasta la Cruz Primera, donde se encontraban más tranquilos. Finalmente, la llevaron hasta la iglesia entrando triunfalmente».
Desde ese año la imagen permanece en el municipio.
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